Para Alfredo
Narváez Ochoa ir a trabajar a su ilegal puesto de “encargado” de un centro
cultural “patito” significa levantarse tarde de la cama, vestir su vetusta
indumentaria, tan repetitiva como sus caricaturas, recordar llevar la llave
apara abrir la puerta y regresar a casa a seguir durmiendo. (Estas son pingaderas)