Una persona
con solo estudios de secundaria, sin haber trabajado en sus 56 años de vida y
con la cultura de un naco, no califica para director de un centro cultural del
gobierno, pero como periodismo y gobiernos son sinónimo de corrupción, el
priista dueño de Editora Mival logró acomodar al monero Alfredo Narváez Ochoa
como director de uno de esos centros.